Al orar y meditar para saber lo que el Señor deseaba que incluyéramos en nuestra planificación de actividades como presidencia de la Sociedad de Socorro de Estaca, varias ideas llegaron a mi mente, una de ellas fue muy clara: “Vamos juntas al templo” y de esa forma celebrar el aniversario de la Sociedad de Socorro. El templo siempre ha sido uno de mis lugares favoritos de visitar y he tenido ese entusiasmo desde muy niña, así que, al estar de acuerdo con mis consejeras, extendimos la invitación a cada una de las presidencias de los diferentes barrios de nuestra estaca.
Las presidencias de barrio, muy animadas, invitaron a las hermanas. Empezaron a ministrar a aquellas que requerían de ese ángel terrenal que les ayudara en la preparación para ir a pasar una experiencia única para estrechar y fortalecer lazos de amistad y, sobre todo, disfrutar del hermoso Espíritu del Señor en Su casa.
En el proceso de hacer el registro de las asistentes al templo, nos enteramos de los diferentes desafíos que enfrentaban algunas hermanas, tales como: tenían el deseo de participar, pero no los medios económicos; otras no habían asistido por muchos años y no tenían una recomendación vigente; algunas no tenían la ropa del templo, pero todas tenían la mira puesta en el templo.
Sirviendo unidas en consejo, buscamos la ayuda para cubrir las necesidades económicas y materiales. La generosidad de las hermanas no se hizo esperar, algunas donaron el dinero para el transporte, otras obsequiaron la ropa del templo. Por su parte, los líderes del sacerdocio entrevistaron y extendieron las recomendaciones a quienes no la tenían. Un domingo, mientras visitaba una de las unidades de la estaca, me acerqué a saludar a una hermana que deseaba ir al templo junto a su madre, pero no tenía los medios económicos. Le dije: “No te preocupes, tu pasaje y el de tu mami ya están pagados”. Con expresión de admiración y júbilo dijo: “¡Qué emoción, muchas gracias! Por dos domingos he orado y ayunado por ese propósito. Diles a los donadores que muchísimas gracias. Estoy muy agradecida. El Señor los bendecirá y a ti por ser siempre ese ángel”.
Otra hermana de edad avanzada, a quien recién habían operado, le pidió a su hija que por favor la llevara al templo para demostrarle su gratitud al Señor, a pesar de las molestias físicas que todavía tenía. Mi corazón se llenó de un gozo inmenso al verla arrodillada junto a su hija en uno de los salones de sellamiento, efectuando el sellamiento a sus padres, ordenanza sagrada que le permitirá tener la promesa de ser una familia eterna.
Una de las participantes que por más de diez años no asistía al templo expresó: “Todo ha sido bello, me he sentido conectada nuevamente con este maravilloso grupo de mujeres…” y continúo diciendo, “…realmente la Sociedad de Socorro es bella”. Una hermana con muchos desafíos de salud me agradeció por animarla todos los días y estar pendiente de ella para que asistiera al templo. Al estar juntas en el salón celestial, con lágrimas en sus ojos me dijo: “Tengo que venir más seguido al templo, esto lo necesito”.
Al regresar a mi casa, agradecí tanto a mi Padre Celestial por la oportunidad de haber presenciado los milagros, ver testimonios fortalecidos, vivir experiencias inolvidables de ministración al servir, amar y conocer a este grupo de Sus amadas hijas a quienes con mucho amor puedo llamar mis hermanas.