Desde niña viví situaciones muy difíciles, incluso llegué a pensar que el enemigo de todo lo bueno deseaba quitarme la vida. Hubo momentos en los que me vi envuelta de dolor, tristeza, dudas y aflicción. Me identifico con el profeta José Smith cuando describe todos sus quebrantos de salud, las situaciones en las que se sentía atacado por fuerzas que no podía describir y con la interrogante del alma sobre cuál de todas era la iglesia correcta.
Durante mucho tiempo tuve temor intenso, me sentía enferma, sola, deprimida, no encontraba una solución. Deseaba una salida, busqué a mi manera a Dios. Asistí a diferentes iglesias, pero solo sentí confusión como si estuviese perdida. Buscaba una iglesia que me mostrara la verdad, que llenara mis vacíos. Pensaba que, si en verdad existía un Dios, Él debía decirme que existía y que contestaría de forma directa mis preguntas.
El 2 de enero de 2021, recibí en mi casa la visita de los misioneros de la Iglesia de Jesucristo. Antes ya me habían visitado e incluso ya había leído El Libro de Mormón, no creí en su mensaje ni en nada. Seguí insistiendo en que quería una respuesta directa de Dios.
En una oportunidad los misioneros me dijeron: “Hermana, si el Señor le dijera que debe ser bautizada el 10 de enero, ¿lo haría?”. Contesté que sí, siempre y cuando el Señor mismo me lo dijera. A pesar de no tener una respuesta como yo la deseaba, decidí ser bautizada. Fue un simple deseo de creer, además pasó por mi mente que podría ser lo último que haría antes de morir. Por supuesto que esos pensamientos incorrectos eran un reflejo de la oscuridad que me rodeaba.
Sin saber lo que yo pensaba, los misioneros vinieron a mi casa para hacerme la entrevista bautismal. Mientras se desarrollaba la entrevista, todo cambió. Recibí una respuesta clara y poderosa de Dios, confirmando en mi corazón que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días era Su Iglesia, pude sentir Su poder e influencia en mi vida, pude sentir Su luz.
Reconocí que el Espíritu Santo habló a mi corazón, era una voz dulce, tan suave como jamás había oído ni experimentado. Sentí el amor de un Padre Celestial tierno y amoroso, no había conocido a alguien así. Mi vida cambió por completo.
El enemigo se alejó de mí. Por fin encontré la paz y el gozo que tanto anhelé. Vencí mis problemas a través de Jesucristo y lo que por años padecí, Él lo sanó. Sé que Dios le regala experiencias espirituales a todo aquel que se las pida. Quería grandes demostraciones porque mi dolor era así, pero Su respuesta vino de manera sencilla. Dios ha cambiado mi vida.
Con el auxilio de Sergio Molina, Páginas Locales