Quiero invitar a aquellos que están considerando servir una misión, que depositen su confianza en Dios. Él cumple Sus promesas y prepara la vía, así como lo hizo conmigo.
Mientras participaba en la conferencia de estaca, escuché a un amigo compartir su testimonio sobre su llamamiento misional. Pronto yo iba a cumplir 19 años, me hice la pregunta: “¿Debería servir una misión?” En ese momento no encontré nada que lo impidiera, pero durante la semana olvidé el tema.
El siguiente sábado durante una reunión familiar, de nuevo tuve el sentimiento de servir. Decidí compartirles mi deseo. Al inicio se mostraron sorprendidos, pero me apoyaron. El domingo busqué al obispo para contarle mi decisión y abrir la carpeta misional. Para mi sorpresa ya existía la carpeta. Sucedió que hubo una jornada médica el año anterior y me había realizado los exámenes requeridos. El Señor estaba poniendo todo en su lugar.
Recibí mi llamamiento para servir en la Misión Guatemala Quetzaltenango, para entrar al campo misional el 31 de marzo de 2020. Debido a la pandemia no pude estar de forma presencial en la misión. Sin embargo, comprendí que el Señor cumple Sus promesas y arregla los medios para que Su obra se lleve a cabo. La capacitación misional fue en línea y llegué a la misión en junio de 2020.
Durante este tiempo se presentaron pruebas tanto económicas como de salud, para mi familia y para mí. Mi madre siempre me apoyó, esto me dio confianza y fortaleza.
Salir a predicar parecía imposible por la crisis que el mundo afrontaba. Compartir el Evangelio sí fue posible gracias a la tecnología. Enseñé por medio de llamadas, video llamadas y mensajes de texto. Fui testigo del cambio de corazón que se efectúa en las personas que deciden seguir a Jesucristo y Su evangelio. Fue maravilloso estar con ellas, así como ellas cambiaron yo también lo hice.
Testifico del amor de mi Padre Celestial, Él preparó todo para que yo fuera una misionera de tiempo completo. Mi relación con Dios mejoró al enseñar a otros que hay un plan preparado para todos, un plan de felicidad.
Mi tiempo en la misión fue una gran experiencia. Después de algunos meses pude salir con mis compañeras a buscar a los hijos de Dios que nos necesitaban. En este proceso supe que Jesucristo es mi Salvador, y que, por medio de Su sacrificio expiatorio, a pesar de nuestro pasado, todos podemos venir a Él.
Quiero invitar a aquellos que están considerando servir una misión, que depositen su confianza en Dios. Él cumple Sus promesas y prepara la vía, así como lo hizo conmigo.