El significado de Iluminar el Mundo y el nacimiento de Jesucristo

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Photocaption: El nacimiento de Cristo trajo luz al mundo

“Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).


Con siglos de anticipación, varios siervos del Señor profetizaron las señales que se darían a los habitantes de “las islas del mar”, tocante al nacimiento y muerte de Jesucristo:

“Por tanto, habrá un día y una noche y un día, como si fuera un solo día y no hubiera noche; y esto os será por señal; porque os percataréis de la salida del sol y también de su puesta; por tanto, sabrán de seguro que habrá dos días y una noche; sin embargo, no se obscurecerá la noche; y será la noche antes que Él nazca” (Helamán 14:4).

“Y… habló tocante a tres días de tinieblas, los cuales serán una señal de su muerte que se dará a los que habitaren las islas del mar, y más especialmente dada a los que son de la casa de Israel” (1Nefi 19:10).

Que haya habido una noche con luz cuando Él nació y tres días de tinieblas cuando Él murió es muy significativo, dado que Jesucristo es la Luz del mundo. Jesucristo explicó esto en una revelación dada al profeta José Smith:

“La luz de Cristo [es]… la luz que existe en todas las cosas, que da vida a todas las cosas, que es la ley por la cual se gobiernan todas las cosas, sí, el poder de Dios que se sienta sobre su trono, que existe en el seno de la eternidad, que está en medio de todas las cosas” (DyC 88: 7,13).

No solo ilumina, también gobierna y es el poder por el cual las estrellas y planetas fueron hechos, nos ilumina personal e individualmente: “Y la luz que brilla, que [nos] alumbra, viene por medio de aquel que ilumina [nuestros] ojos, y es la misma luz que vivifica [nuestro] entendimiento” (DyC 88: 11).

La revelación moderna nos ayuda a entender y aplicar mejor en nuestra vida la invitación que nos hizo el Salvador: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).

Al seguir al Salvador, con nuestra mira puesta únicamente en Su gloria, recibiremos luz. Si perseveramos en Dios, recibiremos más luz. Esa luz se hace más y más resplandeciente hasta el día perfecto. Nuestro cuerpo entero será lleno de luz y no habrá tinieblas en nosotros, el cuerpo lleno de luz comprende todas las cosas. (DyC 50:24; 88:50,67).

Con esto en mente, el llamado del Señor adquiere otra perspectiva: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder” (Mateo 5:14).

Lo que nosotros somos, los demás lo miran y lo sienten, tal como una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder, así nuestra luz o la falta de ella será evidente a los demás.

Comparto dos experiencias personales. Una ocurrió cuando visité a un patriarca que estaba enfermo. Me impresionó que, al lado de su cama, sobre una silla, estaban sus Escrituras. Era obvio que eso era lo más importante para él en la habitación. Tuve un sentimiento muy dulce y reverente de que me hallaba en un lugar sagrado, él irradiaba la Luz de Cristo.

La segunda experiencia ocurrió cuando visité a la madre de un obispo que estaba enferma. Tiempo antes cuando la conocí, me conmovió su hospitalidad y amor desinteresado. En su lecho de muerte, me di cuenta de que toda una vida de integridad y fidelidad al Salvador y Su Evangelio habían logrado que esta linda hermana renaciera de nuevo y lograra un carácter y una luz semejantes a los de su Salvador.

Me recordé las palabras del Señor cuando dijo, “Porque la inteligencia se allega a la inteligencia; la sabiduría recibe a la sabiduría; la verdad abraza a la verdad; la virtud ama a la virtud; la luz se allega a la luz; la misericordia tiene compasión de la misericordia y reclama lo suyo; la justicia sigue su curso y reclama lo suyo; el juicio va ante la faz de aquel que se sienta sobre el trono y gobierna y ejecuta todas las cosas” (D. y C. 88:40).

En esta época del año, cuando celebramos el nacimiento de Jesucristo y el don divino de Su sacrificio, la iniciativa “Ilumina el mundo” nos ayuda a:

· Dejar que nuestra luz alumbre a los demás, amando, compartiendo, e invitando -con el gozo que sentimos en nuestros corazones y almas- a que otros vengan y vean, a que vengan y participen, y gocen de la luz de Dios.

· Obtener más luz al seguir el ejemplo del Salvador, amando, sirviendo a otros e ir haciendo bienes.

El Presidente M. Russell Ballard, nos hizo la invitación: “Necesitamos ejercitar nuestra fe, necesitamos creer en los milagros, necesitamos hablar con las personas donde sea que las encontremos y necesitamos fortalecer y edificar la Iglesia en nuestros países de origen. Si todos acordaran hablarle a una persona, solo encontrar a una persona que podrían presentarle a los misioneros de aquí a la Navidad, cambiaríamos la faz de la Iglesia. Haríamos de esta Navidad una Navidad diferente”.

Me uno a su invitación pidiéndoles que en esta época del año y todo el tiempo Iluminemos el mundo al seguir al Salvador haciendo bienes, amando y sirviendo a los demás. Si hacemos esto, les prometo que nuestra luz nacerá como el alba, nuestra salvación se manifestará pronto e irá nuestra rectitud delante de nosotros y la gloria de Jesucristo será nuestra retaguardia.

Jesucristo vive, Él es nuestro Salvador y Redentor. Él es el Señor de la viña y está trabajando en Su viña recogiendo al Israel disperso. Nos ha llamado como Sus siervos a que trabajemos con Él en Su viña y seamos parte del desafío más grande, de la causa más sublime y de la obra más grandiosa de la tierra hoy en día, preparar la tierra para Su gloriosa segunda venida. Lo testifico, en el santo nombre de Jesucristo. Amén.