Cuando se anunció la construcción de un templo en Quetzaltenango, Guatemala, en 2006, y luego ya terminado en 2011, se le realizó un sueño a Mónica de Méndez. “Para mí, ha sido una experiencia personal y espiritual muy elevada, porque mi madre tenía una fe muy grande, y un testimonio grande de la Iglesia.” La madre le inculcó a su hija el amor al evangelio y sus bendiciones.
Pero aun Mónica no se dio cuenta de cuan profundamente el templo de Quetzaltenango le tocaría la vida.
Mónica Elena Fuentes Álvarez de Méndez es hija de una pionera de la Iglesia en Quetzaltenango. Su madre, Magda Ester Álvarez, se bautizó en 1953, unos seis años después que misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días llegaron en Guatemala.
Su hija Mónica se crió en la Iglesia. Cuando se casó, era con un hombre bueno, Enio Iván Méndez Chávez, que no era miembro de la misma. Era buen esposo y buen padre, y apoyó a su esposa con sus actividades en la Iglesia. Asistía con su esposa e hija, y admiraba a los miembros. Pero durante el transcurso de años él no demostraba interés en bautizarse. Sin embargo, Mónica recuerda que su madre le dijo a ella que algún día su esposo sería miembro. “Jamás perdió la fe.”
Hermana Méndez lo anhelaba, pero no sabía cómo sucedería. No conocía todavía el poder del templo en tocar el corazón y el espíritu.
Después de la construcción de un templo en Guatemala en 1984, Magda disfrutaba mucho de la oportunidad espiritual de asistir. Compartió con su hija “este amor al templo, y constantemente iba a hacer bautismos al templo de Guatemala,” dice Hermana Méndez. Su madre se llenó de gozo en 2006 al oír el anuncio que se construiría un templo en Quetzaltenango, pero para esa época ya tenía una enfermedad terminal, misma por la cual falleció en 2008.
Mónica y Enio Méndez tienen una hija, Mónica Esther Méndez Fuentes, de edad universitaria. Madre e hija ambas tenían la oportunidad de servir de acomodadoras durante la casa abierta del Templo de Quetzaltenango en 2011. Al salir del templo el día final de la casa abierta, se preguntaban si acaso pudiera suceder algún día lo que había dicho Magda—que el esposo y padre llegaría a ser miembro de la Iglesia.
Él había asistido con ellas a la casa abierta. Pero no sabían que lo que sintió en el templo la primera vez le había atraído a volver dos veces más sin decírselo a nadie. “Me di cuenta de que cuando vine al templo sentí algo muy especial,” dice él.
Antes había creído que él podía ser miembro de su iglesia, y la esposa y la hija miembros de la suya, siempre se respetaban las creencias los unos a otros. En su vida diaria, Enio Méndez vivía los principios del evangelio de Jesucristo. En una plática, Élder James Martino, presidente de la Área de Centro América, le había dicho que para ser miembro solo le faltaba bautizarse.
Eso y su experiencia en el templo le dio muchas cosas profundas en que pensar. Se dio cuenta de que convivió mucho con miembros de la Iglesia, y que las dos personas más preciadas para él en el mundo eran miembros. “Empecé a hacer ayunos, sin decirle nada a ellas, y me puse en oración.” Iba a la montaña, porque así le gusta hacer para contemplar, “y le preguntaba al Señor, ‘¿Qué debo hacer, pues?’” Sabía que estaba en lo correcto, pero todavía tenía que resolver dudas.
“Me di cuenta de la necesidad que tenía de integrar a mi familia,” dice ahora. Sabía que como cabeza de la familia, había de poner el ejemplo. Llegó a la conclusión que lo correcto “era bautizarme y hacer todo lo que la Iglesia nos manda.” Se bautizó 28 abril 2012.
Como se imaginará, era una ocasión muy grata para su esposa, pero también para su hija. Dice ella que era un momento muy emocionante cuando su padre les dijo que iba a bautizarse.
Como su madre, Mónica Esther dice que es una bendición muy grande tener un templo en Quetzaltenango para llegar en cualquier momento, sin esperar que el barrio haga excursión a la Ciudad de Guatemala. El templo “es un lugar donde uno puede encontrar paz” cuando se siente mucho el peso del mundo, dice ella. “Yo puedo venir cuando quiero,” cuando tenga problemas, “y de repente siento que viene la solución.”
La familia Méndez se sellaron en el Templo de Quetzaltenango el 9 de octubre del 2013. La hermana Mendéz expresó su gozo al realizar esta meta en preparación para la exaltación. Ahora, dice, la meta es continuar siempre fieles hasta el fin de la vida.
Hermano Méndez es un hombre de negocios con una empresa de pulido y venta de pisos. Hermana Méndez es abogada y por nueve años trabajó para el gobierno de Guatemala con casos en que a las mujeres se les había quitado sus derechos. Ahora tiene su bufete particular. “El tener un testimonio de la Iglesia, y el tener un conocimiento de las escrituras, me permite a mí también poder ayudarlas [a las mujeres que sirve] y compartir con ellas esos conocimientos,” dándolas esperanza cuando haya necesidad.