Me habían asignado mi primer discurso y me sentía inseguro, no sabía qué decir y estaba muy nervioso. Honestamente, no me había preparado bien para este discurso, así que en el momento de hablar no pude decir nada. No me sentí satisfecho con el resultado y pregunté si podía tener otra oportunidad, porque quería hacerlo mejor. Así que unos meses después me asignaron un nuevo discurso.
Mi tema era “la Expiación”, y esta vez había decidido que estudiaría y me prepararía bien para este tema.

En esos días, mientras esperaba el bus, vino un señor hacia mí y me dijo: '¿No tienes un quetzal que me regales?'. Saqué 10 quetzales de mi bolsa, lo que era más de lo que me pidió, se los di y le dije: 'No se preocupe, quédese con esto, yo le voy a pagar su pasaje'. Por alguna razón, sentí mucha piedad por él.
Tristemente, tiempo después me di cuenta de que él uso el dinero que le di en alcohol. En ese momento pensé en que el Señor hizo algo parecido por nosotros por el amor que demostró con el sacrificio que hizo. Solo que Él pagó un precio muy alto, mucho más que 10 quetzales, lo que nos permite lograr algo que por nosotros mismos no podríamos, nuestra salvación.
De nosotros depende si aprovechamos bien esta oportunidad o no, pero Él siempre está dispuesto a ayudarnos.

Finalmente llegó el día de mi discurso. Otra vez me sentí muy nervioso, sin embargo, esta vez sabía qué decir. Pude sentir el poder del Espíritu testificar de mis palabras. Quiero testificar que, si nos esforzamos, Dios nos dará la guía y la inspiración que necesitamos para cumplir con nuestras asignaciones. Todavía tengo mucho que mejorar, pero sé que no estoy solo.