El tener una familia feliz y sana es posible, tal y como dice el manual Cómo Fortalecer a la Familia: “Hay más posibilidades de lograr la felicidad en la vida familiar cuando se basa en las enseñanzas del Señor Jesucristo. Los matrimonios y las familias que logran tener éxito se establecen y mantienen sobre los principios de la fe, la oración, el arrepentimiento, el perdón, el respeto, el amor, la compasión, el trabajo y las actividades recreativas edificantes”1.
Los conflictos familiares
En este periodo terrenal, enfrentaremos experiencias adversas en diferentes etapas de nuestra vida que, aun cuando vivimos el Evangelio, podrían presentarse de formas dolorosas o difíciles de comprender y aceptar. Algunas de ellas se presentan dentro de las relaciones familiares, que tienden a tornarse difíciles de manejar si no se cuenta con habilidades de afrontamiento asertivas. Sin la conciencia de las consecuencias de nuestras actitudes, las relaciones pueden tornarse dañinas al no priorizar resolver los conflictos de manera saludable en etapas tempranas.
En la dinámica del día a día, naturalmente enfrentamos malentendidos que generan fricción. Todos hemos tenido un mal día alguna vez, pero con conductas y respuestas que fomenten respeto y permitan la conexión emocional con los otros miembros de la familia, es posible crear un ambiente amoroso y sano para resolver, aprender y seguir viviendo en familia, donde las personas se disculpan cuando su comportamiento ha herido a otro miembro de la familia, y los adultos se muestran responsables afectivamente y van modelando con el ejemplo la forma de conducirse adecuadamente en el hogar, a fin de que los más pequeños también aprendan de ese ejemplo.

Las situaciones o desafíos no resueltos generan espacios nocivos que implican patrones negativos, donde reina el maltrato, la ira, las burlas y faltas de respeto, llegando a convertirse en un ambiente hostil e inclusive abusivo.
Como padres, debemos ser conscientes de que existen secuelas emocionales en los niños que impactan directamente en su desarrollo y crecimiento. El ser expuesto sostenidamente a métodos de disciplina que implican violencia y a un ambiente conflictivo, donde prevalecen los malos tratos, podría desencadenar en ellos agresividad, ansiedad, acoso escolar, retraimiento, baja autoestima, depresión, preocupación y dificultades en el rendimiento escolar, sentimientos de desesperanza, conductas autolesivas, entre otros.
¿Qué podemos hacer?
A fin de evitar y prevenir patrones de conducta o formas de respuesta que lastima a quienes amamos, me gustaría compartir algunas recomendaciones:
- Autoconocimiento: Será fundamental conocer cuál es el desencadenante del enojo o la ira. Les invito a preguntarse a sí mismos: ¿por qué me siento así? ¿Qué estaba pasando cuando sentí enojo? ¿Cuándo fue la última vez que pasó algo similar?
- Cuestione sus pensamientos: asuma menos y pregunte más.
- Aprender más sobre responsabilidad afectiva y cómo sus acciones afectan a otras personas.
- No saltarse conversaciones incómodas que solucionan problemas a futuro.
- Utilice un tono de voz amable, que invite a la calma, en los momentos en que desee hablar sobre un tema sensible. Recuerde que, si está haciendo uso de gritos y ademanes, el objetivo de esa conversación se ha perdido. Le invito a respirar profundamente y retirarse a fin de encontrar calma.
- Aprenda sobre el perdón: perdonar y pedir perdón a quienes hemos ofendido.
- Aprovechar el modelo de consejos familiares y cómo resolver conflictos (sección 6 del curso Cómo Fortalecer a la Familia)2.
- Considerar el asesoramiento de un profesional en relaciones familiares y conyugales a fin de aprender herramientas de afrontamiento saludables.
- El Curso Resiliencia Emocional brinda herramientas para afrontar la adversidad y ofrece un modelo de vida saludable en las áreas sociales, mentales y físicas3.

En condiciones ideales, es en la familia donde nos sentimos amados y protegidos, donde adquirimos y aprendemos sobre los vínculos afectivos, los valores, y vamos formándonos como personas. En la Proclamación sobre la Familia4, aprendemos: “Los padres tienen el deber sagrado de criar a sus hijos con amor y rectitud, de proveer para sus necesidades físicas y espirituales, y de enseñarles a amarse y a servirse el uno al otro, a observar los mandamientos de Dios y a ser ciudadanos respetuosos de la ley dondequiera que vivan. Los esposos y las esposas, las madres y los padres, serán responsables ante Dios del cumplimiento de estas obligaciones”.
Si durante la lectura usted ha identificado la necesidad de apoyo para su familia, respetuosamente le invito a buscar a su obispo de modo que puedan ponerse en contacto con Servicios para la Familia y obtengan asesoramiento y apoyo.