“Todos esperábamos recibir alguna respuesta a las necesidades de nuestros llamamientos, personales y familiares. Y así fue”.
Mi familia y yo conocimos a los misioneros cuando yo tenía 20 años. Durante una transmisión para adultos solteros pude ver y escuchar por primera vez a un apóstol. Cuando él compartió su testimonio, supe que la Iglesia era verdadera, que era dirigida por Jesucristo y que recibía revelación constante.
Más de 20 años después, tuve la bendición de ser instruida por otro apóstol, el élder Dieter F. Uchtdorf. Esta vez tuvimos la oportunidad de verlo personalmente. ¡Qué experiencia tan hermosa! Todos esperábamos recibir alguna respuesta a las necesidades de nuestros llamamientos, personales y familiares. Y así fue. El Espíritu Santo se sintió en todo el lugar.
Nos enseñó que debemos amar, compartir e invitar.

¡No debemos avergonzarnos! Siempre podemos compartir porque amamos la Iglesia y lo que esta significa para nosotros. ¡Invitemos a todos a la capilla!
También nos recordó que el Evangelio es sencillo, no debemos complicarlo. El Evangelio de Jesucristo existe para que, desde el más pequeño hasta el más anciano, puedan entenderlo y encontrar la verdadera felicidad si somos fieles a nuestros convenios. Estas enseñanzas son las únicas que pueden brindarnos protección y guía ante la adversidad.
Sé que, al vivir el Evangelio sentimos “…amor, gozo, paz...”1. Sé que, si acudimos a las fuentes correctas, las filosofías del mundo no debilitarán nuestra fe. Estoy agradecida por haber encontrado la Iglesia que Jesucristo organizó con apóstoles y profetas. Sé que ellos testifican de Cristo. Y también sé que “… no hará nada Jehová el Señor sin que revele su secreto a sus siervos los profetas”2.

Referencias:
- Gálatas 5:22
- Amós 3:7