La responsabilidad de los padres de enseñar el Evangelio en el hogar

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A los padres les corresponde la principal responsabilidad de enseñar el Evangelio a sus hijos.

Primera parte

En los tiempos del Antiguo Testamento, el Señor mandó a Adán enseñar 'estas cosas sin reserva a [sus] hijos' (Moisés 6:58). Los hijos de Israel leían juntos las Escrituras (véase Nehemías 8:2-10).

 

Moisés les dio los 'mandamientos, estatutos y decretos' de Dios y les dijo: 'repetirás [estas cosas] a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes'. (Deuteronomio 6:1, 7).

 

En la revelación moderna el profeta José Smith recibió lo siguiente en Doctrina y Convenios 68:25–28:

 

25 Y además, si hay padres que tengan hijos en Sion o en cualquiera de sus estacas organizadas, y no les enseñen a comprender la doctrina del arrepentimiento, de la fe en Cristo, el Hijo del Dios viviente, del bautismo y del don del Espíritu Santo por la imposición de manos, al llegar a la edad de ocho años, el pecado será sobre la cabeza de los padres.

 

26 Porque esta será una ley para los habitantes de Sion, o en cualquiera de sus estacas que se hayan organizado.

 

27 Y sus hijos serán bautizados para la remisión de sus pecados cuando tengan ocho años de edad, y recibirán la imposición de manos.

 

28  Y también enseñarán a sus hijos a orar y a andar rectamente delante del Señor.

 

El Señor ha revelado por medio de sus profetas que esta responsabilidad de los padres es un mandamiento sagrado, ya sea que nuestra familia este compuesta por un padre y una madre o solo uno de ellos, debemos asumir esta sagrada responsabilidad con sumo cuidado ya que impacta no solo en los hijos sino en las generaciones por venir.

 

El élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, recalcó: “No podemos y no debemos permitir que la escuela, la comunidad, la televisión e inclusive las organizaciones de la Iglesia establezcan los valores de nuestros hijos. El Señor ha depositado ese deber en las manos de padres y madres y no podemos librarnos de él ni delegarlo. A pesar de que otras personas colaboren, los padres son los responsables.

 

Por tanto, debemos proteger la santidad de nuestros hogares ya que es allí donde los niños adquieren sus valores éticos y forman sus actitudes y hábitos para toda la vida”. (“Eduquemos a los niños”, Liahona, julio de 1991, pág. 86).

 

¿Cómo cumplimos con esta responsabilidad?

El siguiente resumen describe muchas de las cosas que los padres deben enseñar a sus hijos.

 

Las fuentes de consulta que puede utilizar para enseñar a sus hijos incluyen las Escrituras, las palabras de los profetas de los últimos días, las revistas de la Iglesia y otros materiales producidos por la Iglesia.

 

Los principios básicos del Evangelio

El Señor ha mandado a los padres que enseñen a sus hijos “a comprender la doctrina del arrepentimiento, de la fe en Cristo, el Hijo del Dios viviente, del bautismo y del don del Espíritu Santo por la imposición de manos, al llegar a la edad de ocho años” (D. y C. 68:25).

 

Los padres deben enseñar a sus hijos en cuanto a la Expiación del Salvador, la naturaleza del sacerdocio y las ordenanzas de salvación, y la función central de las familias y del matrimonio eterno en el plan divino de la felicidad.

 

La oración

El Señor también ha mandado que los padres enseñen “a sus hijos a orar” (D. y C. 68:28). Es muy importante que los niños sepan que pueden hablar con nuestro Padre Celestial y procurar que les dirija.

 

Podemos enseñar que Dios siempre está listo para ayudarlos. Podemos apoyarlos para que aprendan a orar individualmente en la mañana, en la noche y en cualquier momento en que necesiten ayuda o deseen expresar agradecimiento. Además, podemos enseñarles en cuanto a la importancia de la oración familiar.

 

El estudio de las Escrituras

Recibiremos grandes bendiciones a medida que estudie individualmente el Evangelio y al estudiar las Escrituras todos los días con su familia; así podrá ayudar a que sus hijos amen las Escrituras y reconozcan el poder de la palabra de Dios en su vida (véase “El poder de la palabra”, págs. 54–56).

 

Ahora contamos con los recursos de Ven, sígueme — Para uso individual y familiar que tienen el propósito de brindarnos experiencias que ayuden a la conversión personal de cada uno de nosotros.

Está diseñado para ayudarnos a estudiar el Evangelio, bien sea de manera individual o familiar. Si no ha estudiado el Evangelio en forma regular anteriormente, este recurso le ayudará a comenzar. Si ya tiene un buen hábito de estudio del Evangelio, este recurso le ayudará a tener experiencias más significativas.

 

El vivir el Evangelio

Usted debe enseñar a sus hijos a ejercer correctamente su albedrío y a poner en práctica las enseñanzas del Evangelio en todo lo que hagan. Tal como enseñó el rey Benjamín, tiene que enseñarles “a andar por las vías de la verdad y la seriedad” y “a amarse mutuamente y a servirse el uno al otro” (Mosíah 4:15).

 

En el hogar, los hijos deben aprender a santificar el día de reposo, pagar sus diezmos y obedecer a los profetas de los últimos días. Deben aprender a procurar todo lo que es “virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza” (Artículos de Fe 1:13).

 

Las habilidades prácticas

Además de enseñar a sus hijos temas doctrinales, debe enseñarles habilidades prácticas, tales como el administrar bien el dinero, mantener una buena salud, llevarse bien con los demás y cuidar de su ropa y de sus pertenencias. Se les debe ayudar a que aprendan a trabajar con afán, obtener una buena educación académica y ser buenos ciudadanos.

Recordemos que el ejemplo es una herramienta muy eficaz para la enseñanza. Los hijos aprenden a adoptar actitudes y conducta al observar las acciones de los padres.

 

El élder M. Russell Ballard enseñó: “Cuando el Evangelio se enseña y se practica en el hogar, el amor por nuestro Padre Celestial y Su Hijo Jesucristo se intensifica; cuando se leen y analizan las Escrituras, cuando se ofrecen juntos oraciones de mañana y de noche, y cuando la conducta diaria es un ejemplo de la reverencia y de la obediencia hacia Dios, los principios verdaderos de la vida eterna quedan grabados en el alma y el corazón de jóvenes y adultos por igual”. (véase “Deleitémonos sentados a la mesa del Señor”, Liahona, julio de 1996, pág. 88).