La ministración, una manera de servir 

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Fui bautizada en 1989, pero por trabajar los domingos dejé de asistir a la Iglesia cuatro años. No hice las cosas sencillas como leer las Escrituras, orar en familia, ayunar, tomar la Santa Cena. No obstante, mis maestras visitantes estuvieron pendientes de mí, yo ponía excusas para no recibirlas. Un día, recibí su visita, estaba en cama enferma. Ellas me indicaron que descansara porque iban a cuidar de mis hijos. Cuando desperté mi casa estaba limpia, la ropa lavada y tendida, en la cocina había una sopa y una bebida especial para mi resfriado. Quedé sorprendida ante tanto servicio y amor. Les agradecí a las hermanas y quedamos siendo amigas. 

Me prometí a mí misma ser yo la que brindara lo que había recibido. Poco a poco regresé con mi familia a la Iglesia, nos sellamos en el Templo de la Ciudad de Guatemala en 1995. Hoy en día, como presidenta de Sociedad de Socorro, al realizar las entrevistas de ministración con la guía del Espíritu Santo, les pregunto a las hermanas: “¿Qué me comentan de las familias a las que ministran? ¿Han tenido contacto con ellas en la semana? ¿Qué necesidades tienen? ¿Cuál es su progreso y qué están haciendo como pareja para apoyarlas? ¿Qué podemos hacer para acercarlas más a Jesucristo?” 

En Mosíah 23:18 dice: “Por tanto, velaban por su pueblo, y lo sustentaban con cosas pertenecientes a la rectitud”. Esta Escritura nos indica que debemos velar por el pueblo y sustentarlo en la rectitud. No tengo duda que mi Padre Celestial preparó mi camino como esposa, madre y líder de la Sociedad de Socorro. En mi bendición patriarcal dice que debo cuidar de las hermanas. Me siento bendecida por ser parte de los espíritus que el Padre envió para ser Sus manos aquí en la tierra y encontrar y ayudar a las hermanas con rodillas debilitadas y manos caídas.  

Sé que, con Su ayuda y la revelación dada a nuestro profeta, podemos seguir adelante. Soy un fruto de la ministración, lo comparto con humidad en el nombre de Jesucristo. Amén.