Mi historia de Historia Familiar

Mi historia de Historia Familiar

Me bauticé en 1982, cuando tenía 15 años. Me gustaba mucho la Iglesia. Asistí cerca de tres años a ella. Durante este tiempo cursé seminario con todos los jóvenes.

Me alejé de la Iglesia porque tuve un problema con una miembro de la rama donde asistía y decidí no volver.

Más adelante, los misioneros pidieron permiso para bautizar a mi hijo mayor y accedí a que lo hiciera. Él era muy fiel como joven y envió los papeles para servir como misionero. Todos estábamos muy felices, nuestra familia y los miembros del barrio porque serviría como misionero de tiempo completo en la misión Brasil Santos.

Una de las cosas que más le gustaba hacer a mi hijo era asistir al Centro de Historia Familiar a indexar. Lo hacía durante tres o cuatro veces a la semana; estaba dentro de los primeros indexadores de la estaca. Dedicaba tiempo después de asistir a la escuela y aunque estuviera cansado siempre terminaba un número de lotes y se marchaba a casa.

Cuando le faltaban tres meses para irse a la misión sucedió algo inesperado. Murió la abuela de unos conocidos y él, su hermano y otros jóvenes asistieron a una actividad que se hace a los nueve días. De regreso hacia sus casas se vinieron solos con los otros dos amigos que eran hermanos también. Debido a la violencia que hay en nuestro país, les salieron al encuentro un grupo de jóvenes pandilleros y fueron brutalmente asesinados.

Me sentí muy triste y desconsolada al enterarme. Los hermanos de la Iglesia me ayudaron a dar todas las vueltas del funeral; fue un dolor que no podría describir y que sólo puede experimentarlo una madre que ha perdido un hijo, más en mi caso fueron dos.

Los servicios funerarios fueron llevados a cabo en la Iglesia y los de los otros dos jóvenes también. Los hermanos fueron muy serviciales al efectuar el último adiós de mis hijos y sus amigos.

Yo había asistido a la Iglesia de vez en cuando, pero no había decidido volver a reactivarme.

Después de tres días del fallecimiento de mis hijos fui citada al Templo de San Salvador, El Salvador por élder Carlos H. Amado. Nos acompañaron mi obispo y el presidente de estaca. Fuimos con toda mi familia y los padres de los amigos de mis hijos. Nos recibieron en la sala de visitantes.

Al entrar al Santo Templo sentí una gran paz, la que sólo el Espíritu puede dar en la Casa del Señor.

Al dirigirse a nosotros élder Amado puso las manos sobre nuestras cabezas a cada uno de los presentes para darnos una bendición y a mí me dijo: “… Te doy la promesa de que te prepares para entrar al Templo y que si lo haces tendrás bendiciones materiales y espirituales. Vas a estar protegida para cualquier ataque del maligno y ninguna mano impía tendrá poder para destruir tu hogar…”

Además nos invitó a asistir siempre a la Iglesia y no desmayar, a gozarnos en lo que mi hijo se gozaba en hacer de su vida, lo que él hacía en el Templo. A gozarme en la misión que mi hijo hacía por siempre del otro lado del velo y que preparara a mi hija para que ella pudiera seguir el ejemplo del Salvador al vivir el Evangelio .

Los hermanos de las oficinas del Templo fueron muy amables y se pusieron a las órdenes para que disfrutáramos de estar un momento en los corredores del templo para gozarnos del espíritu que allí se goza en el Templo del Señor y recibir del consuelo que necesitábamos.

Después de la bendición me sentí más tranquila y regresé a mi casa para meditar lo sucedido en el Templo y me hizo regresar a la Iglesia y pensar que quiero estar con mis hijos al dejar este cuerpo, y qué gozo recibiré al estar con mis hijos nuevamente en el Reino Celestial. Sólo recuerdo las palabras de Job: “…. Jehová dio y Jehová quitó: ¡Bendito sea el nombre de Jehová!” (Job 1:21).

Además visité el Centro de Historia Familiar y le pedí a la directora que me enseñara a indexar, porque quería gozarme en lo que mi hijo se gozaba. Quería trabajar en mi árbol familiar con mi hija de once años.

Actualmente, ya asistí al templo a recibir mis investiduras y estoy sirviendo como consultora del Centro de Historia Familiar de mi estaca. Estoy gozándome en lo que mi hijo se gozaba: “Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres…” (Malaquías 4:6). Estoy segura que el Señor tiene sus propósitos para cada uno de nosotros, no podía entenderlo; pero es maravilloso el amor de nuestro Padre Celestial para cada uno de sus hijos al dar a Su Hijo para que nosotros fuéramos salvos y nuestros pecados fueran perdonados. Mi hijo es un misionero del otro lado del velo, estoy segura de eso.

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