Mi testimonio

Mi testimonio

La Guía para el Estudio de las Escrituras enseña que un testimonio es un “Conocimiento y confirmación espiritual que da el Espíritu Santo”. (GEE, pág 201). Esta declaración se ilustra en el siguiente pasaje de las Escrituras:

“Y  al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? 

Y ellos  dijeron: Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas. 

“Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

“Respondió Simón Pedro y dijo: ¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!

“Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Bienaventurado eres, Simón hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos”. (Mateo 16:13–17)

Esto es, Pedro sabía por revelación que Jesús es el Cristo.

El apóstol Pablo, escribió a los miembros de la Iglesia en Corinto que “… nadie puede afirmar que Jesús es el Señor, sino por el Espíritu Santo”. (1 Corintios 12:3).

La historicidad  de Jesús de Nazaret es un hecho que nadie pone en duda, en su monumental obra “Jesús El Cristo”, el élder James E. Talmage, escribió al respecto:

“Han sido atestiguados tan extensamente los datos principales relacionados con su nacimiento, vida y muerte, que  han  llegado a  considerarse razonablemente  incontrovertibles;  son  hechos históricos, y el mundo civilizado generalmente los acepta como esencialmente auténticos. Es verdad que, en cuanto a detalles circunstanciales, existen diversidades de inferencias basadas sobre discrepancias supuestas en los anales de lo pasado; pero estas diferencias son netamente de importancia menor, porque ninguna de ellas, de por sí, ni todas en conjunto, provocan la más leve duda racional en lo que concierne al carácter histórico de la existencia del Varón conocido en la literatura como Jesús de Nazaret”. (Jesús El Cristo, pág. 1)

Sin embargo, el reconocer o aceptar que existió un personaje en la historia conocido como Jesús de Nazaret es una cosa, el llegar a saber que Él es el Cristo, es una muy  diferente.                                                  

                                                                                                                                    Jacobo H. Carpio 

En el manual para el alumno de instituto del Antiguo Testamento leemos lo siguiente:                

“El vocablo Mesías viene del hebreo Meshiach, que significa ‘ungido’.  El equivalente griego es Christos. Ambos vocablos llevan la idea de uno que es ungido por Dios. El vocablo hebreo Yeshua (Jesús en griego) significa ‘Salvador’, o ‘liberador’. Las dos palabras combinadas denotan ‘aquel que es ungido por Dios para salvar o librar al pueblo’”. (El Antiguo Testamento, manual para el alumno, 1Reyes – Malaquías, pág. 67)

A  mi modo de ver, pocas cosas hay en esta vida, si es que las hay, que se puedan comparar  en importancia al hecho de poseer un testimonio de Jesucristo. El llegar a saber por el poder del Espíritu Santo que Él es aquel a quien el Padre Celestial escogió, aun desde antes de la fundación del mundo para ser el Cristo, Su Hijo Primogénito en el espíritu, Su Hijo Unigénito en la carne. “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Humildemente declaro que yo poseo ese testimonio, el Espíritu Santo ha confirmado en mí ese conocimiento, Él es mi Salvador, mi Redentor, mi Señor y mi Dios. De ello testifico.