Nunca estuve sola

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El año 2018 fue un período difícil para mi familia. Yo solo tenía dieciséis años, mi papá había fallecido y mis hermanos se habían ido de casa. Éramos solo mi mamá y yo. Todo esto ocasionó un gran vacío en mi corazón. En algún momento conocí a un joven miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Me llevó a varias actividades y me presentó a los misioneros. Comencé a recibir las lecciones en la capilla debido a que mi familia, que era de otra religión, no le parecía bien que estuviera investigando otra iglesia. Después de un tiempo y después de haber obtenido un testimonio de la verdad de estas cosas, decidí bautizarme. Contra todo pronóstico, mi mamá no se opuso a mi deseo y respetó mi decisión.

Me bauticé el 2 de mayo de 2019. No fue fácil porque estaba sola y no pude obtener el apoyo de mi familia, pero sabía que era lo correcto y pude sentir el amor de Jesucristo y el Espíritu Santo en mí.

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El Señor siempre pone personas buenas en nuestro camino

En el año 2020 llegó la pandemia. Necesitaba un trabajo y conseguí uno, el único problema era que tenía que trabajar los domingos. Por mucho tiempo intenté encontrar otro trabajo. Para el año 2022, mi testimonio se había debilitado mucho. Ese mismo año conseguí otro trabajo donde tenía los fines de semana libres, pero yo no tenía deseos de asistir a la Iglesia. Aun así, siempre llevaba conmigo el medallón de las Mujeres Jóvenes. En una ocasión, la gerente de la empresa lo miró y me preguntó si era miembro de la Iglesia, a la que ella también pertenecía.

Su apoyo fue fundamental para que yo regresara a la Iglesia. Me llamaba todos los domingos para ir a la capilla y empecé a sentir nuevamente el deseo de regresar. Doy gracias a mi Padre Celestial por ponerme personas tan buenas en mi camino para volver al camino correcto.

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En el año 2023, después de ver el entusiasmo de muchos jóvenes que salían a la misión y después de mucha oración, sentí el deseo de servir una misión. Mi mamá no estaba de acuerdo, así que oraba mucho para que ella lograra aceptar mi decisión. Testifico que el poder de la oración es real.

Finalmente llegó mi llamamiento y fui llamada a servir en la Misión El Salvador Santa Ana. También en este momento recibí mucho apoyo de las hermanas, muchas me regalaron maletas, zapatos, vestidos y con lo que ahorré de mi trabajo compré lo demás.

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Él siempre está con nosotros

La misión no es fácil, puede ser cansada y puede haber momentos de desánimo. Pero todo vale la pena cuando vemos el progreso de las personas a las que enseñamos. Mi primer bautismo fue maravilloso. No sabía que me haría tan feliz poder ver a una persona bautizarse. Sé que el Señor le da respuestas a las personas que desean saber más del Evangelio.

Sé que mi padre Celestial siempre ha estado conmigo aun desde que empecé a prepararme para salir a la misión. Sé que Él me dio pruebas para poder ser más fuerte, sé que Él vive y que no nos abandona.