Sintiendo el amor del Salvador a pesar de las pruebas 

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“Hija mía todo estará bien, tú eres Mi hija amada”.


Hace varios meses empecé a sentirme mal, muy cansada, me costaba respirar y tenía dolor torácico. Un día el dolor empeoró y me desmayé. 

Mis signos vitales estaban muy alterados, con urgencia necesitaba ir con un cardiólogo ese día, pero no había citas disponibles. Entre lágrimas  mi esposo oró y de pronto recibimos un mensaje que había disponibilidad. Me hicieron los exámenes correspondientes y resultó que tenía una enfermedad del corazón, el marcapaso natural del corazón (nódulo sinusal) no estaba funcionando como era normal.

El médico indicó que necesitaba otros análisis para determinar si necesitaba un marcapasos.  

No podía creer lo que estaba sucediendo, me sentía muy nerviosa. En ese momento pensé: “¿Por qué a mí? Señor, ayúdame a soportar esta prueba”.  

Mi esposo y mi madre decidieron trasladarme a El Salvador. Era un domingo, antes de partir mi esposo envió el sobre de los diezmos a la Iglesia, era el único dinero que teníamos, pero en ningún momento dudamos en pagar los diezmos. 

Durante el viaje vimos con claridad cómo el Señor cumple Sus promesas, no nos faltó nada para satisfacer nuestras necesidades físicas.  

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Ya en El Salvador, me hospitalizaron, lograron estabilizarme. El diagnóstico fue el mismo, insuficiencia cardíaca.

En el viaje de regreso a Honduras, mi salud empeoró. Sentí que era el último día de mi vida.

En oración le pedí a mi Padre Celestial Su apoyo porque me angustiaba dejar a mi pequeña hija, a mi esposo y a toda mi familia.

Justo en ese momento, mi familia se arrodilló para orar por mi salud y mi vida. 

Llegó el momento de la cirugía. Me aplicaron anestesia local, así que me daba cuenta de todo lo que estaba sucediendo.

A pesar de la anestesia, tenía demasiado dolor. Mis niveles se alteraron y los médicos detuvieron la cirugía para estabilizarme.   

Pensé, “Padre Celestial quiero verte, por favor quiero verte”. No lo vi, pero sí escuché la voz del Espíritu; mi mente estaba en blanco, pero escuché una voz que se dirigió a mí diciendo: ‘Hija mía, todo estará bien. Tú eres Mi hija amada’”.   

Al escuchar esa voz, mis signos vitales se estabilizaron y los médicos continuaron con la operación.

Tengo tanta gratitud porque el Padre Celestial y Su Hijo Jesucristo estuvieron allí para ayudarme a soportar el dolor.  

Estoy agradecida por esta prueba, agradecida con todas las personas que estuvieron para mi esposo y para mí. 

Agradezco el apoyo de mis padres y hermanos, de mi familia y de los líderes de la estaca.  

Testifico de Su amor y bondad.